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Conversaciones en el auto de una mujer.

(2018, México).

Dirigida por Ashuni Serrano.

En la primera escena de la película vemos a Valeria, una mujer de treinta-y-pocos interpretada por la directora, manejando un auto mientras un hombre de su misma edad despotrica contra el subsidio del gobierno mexicano al cine. El chico argumenta que las películas deberían pagarse solas de lo que ganan en taquilla, que si no son capaces de hacerlo no deberían existir y que es absurdo que no sigan el ejemplo de las películas gringas que no necesitan de subvenciones para ser filmadas.

Valeria le responde que eso no es del todo cierto y que de hecho el gobierno de los Estados Unidos declaró al cine una industria esencial en 1918 sabiendo que era una herramienta inigualable para exportar los valores de los Estados Unidos y que eso a la larga iba a poner los mercados a los pies de los productos estadounidenses. “Hasta había un eslogan” dice Valeria. “«Trade follows film»” que sería algo así como «el comercio irá a donde vayan las películas», así que el ejemplo que elegiste solo muestra que no tienes ni idea de lo que estás diciendo”.

A medida que avanza el filme nos vamos enterando que Valeria es una productora independiente y madre de dos hijos que entre los horarios interminables de la producción y las responsabilidades de ser madre se ha quedado sin vida social. Un día se le ocurre que la única opción que tiene para poder seguir teniendo un contacto más o menos frecuente con sus amigos es llevarlos en su auto cuando tengan que ir a algún lugar que coincida con su agenda, así que la película muestra esos trayectos cortos, en una especie de Comedians in Cars Getting Coffee en versión chilanga.

Por su auto vemos desfilar a un catálogo variopinto de mexicanos entre los que están un activista nahua a quien Valeria lleva a un juzgado para que interponga un amparo contra una ley de telecomunicaciones. Si se implementa como está redactada, le dice el activista a una sorprendida Valeria, esa ley podría usarse para desaparecer a las radios comunitarias que son una parte tan importante de la vida en los pueblos pequeños. Otra de las pasajeras es Sofia Arrechea, la célebre diseñadora de modas y esposa de un arquitecto también famoso. Durante el recorrido nos enteramos que sus hijos van a la misma escuela Waldorf que los hijos de Valeria y vemos a Sofía reírse frívolamente de las actividades que inventan en la escuela para educarlos. Otro pasajero es un músico desconocido que se sube al auto cuando en el radio se escucha Fake Plastic Trees de Radiohead y le dice a Valeria que la primera vez que oyó esa canción pensó que en vez de “…for a fake Chinese rubber plant” decía “…for a fake Chinese Robert Plant” y que ya nunca pudo volver a oírla sin imaginarse un muñeco de plástico de Robert Plant.

 

Al momento de su estreno mucha gente en redes sociales se quejó de que la película no mostraba nada extraordinario y que las conversaciones y los personajes no eran distintos a lo que podría encontrarse cualquier persona un día cualquiera en la ciudad de México. Esto sin duda es cierto, pero es solo un problema temporal, porque seguramente en unos pocos años que la situación haya cambiado por completo esta película será una postal inmejorable de un momento y mucha gente regresará a ella con nostalgia.

 

Post Script: cuando Ashuni Serrano leyó en Twitter que decían que mostrar esas conversaciones en la pantalla grande era un exceso, respondió haciendo una versión en podcast que en pocas semanas llegó a reunir una audiencia de más de dos millones de personas. 

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